Según el Consejo de Europa (2014), 1 de cada 5 niños y niñas son víctimas de abuso sexual. Sin embargo, al tratarse de un tema tan delicado esta información es desconocida o incluso rechazada por la población general.
Mitos sobre el abuso sexual
“Los abusadores suelen ser desconocidos”, “la mayoría son enfermos mentales”, “si le pasase algún niño de mi entorno me enteraría”, son algunos de los muchos mitos que existen en torno al abuso sexual infantil. Estas falsas creencias ayudan a mantener este grave problema, a estigmatizar a aquellas personas que lo han sufrido y a seguir con el tabú instaurado en la sociedad.
En contra de lo que se cree, la realidad es que es un problema muy frecuente, que el 80% del abuso sexual es intrafamiliar, es decir, que ocurre dentro de la familia perpetuado por padres, hermanos, abuelos y/o tíos (Fundación ANAR, 2018), que no existe un perfil psicológico común de agresor y que se notifican menos del 10% de los casos (Save The Children, 2018).
Secuelas del abuso sexual
Si bien las consecuencias del abuso sexual dependen de diversos factores como la frecuencia, severidad o relación de parentesco con el agresor, estas son frecuentes, tanto en el momento que se produce la vivencia del abuso sexual como en la edad adulta.
En este sentido, según los últimos datos publicados recientemente en una revisión científica en la cual se incluyó más de 500 estudios y se evaluó a más de 4 millones de personas (Hayles y colaboradores, 2019), el abuso sexual deja importantes secuelas en la persona. Más concretamente, estos autores encontraron que haber sufrido abusos sexuales en la infancia incrementaba el riesgo de entre 2 y 4 veces más de padecer problemas en diferentes áreas de la vida en relación con aquellas personas que no han sufrido este tipo de experiencias. Más específicamente, el abuso sexual es un factor de riesgo para presentar:
- Problemas sociales: consumo de sustancias, intentos de suicidio, autolesiones y delitos sexuales y no sexuales.
- Problemas psiquiátricos: trastornos somatoformes, trastornos alimentarios, trastorno por estrés postraumático, depresión, ansiedad, trastorno límite de la personalidad y trastornos conversivos.
- Problemas de salud física: fibromialgia y problemas relacionados con el dolor en diferentes condiciones médicas.
Además, desde un punto de vista clínico, también se ha observado que las personas que han sufrido abusos sexuales también presentan otras consecuencias psicológicas muy frecuentes, como baja autoestima, miedo, sentimiento de culpa, vergüenza, o dificultades en las relaciones sexuales (Pereda, 2010; Putnam, 2003).
Todo ello, hace que la calidad de vida de las víctimas se vea seriamente repercutida de una manera negativa dejando una huella imborrable en su ser.
La importancia de buscar ayuda
Sufrir abusos sexuales en la infancia es una de las experiencias más traumáticas e impactantes a nivel psicológico y emocional a la que puede ser expuesto un menor. Es por este motivo, que la búsqueda de ayuda psicológica se convierte en una intervención imprescindible en el abordaje de este problema global de salud.
En este sentido, dentro de los diferentes abordajes psicoterapéuticos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) viene recomendando desde el año 2013 la terapia EMDR (de sus siglas en inglés Eye Movement Desensitization and Reprocessing) como uno de los tratamientos de primera elección para tratar experiencias traumáticas tanto en adultos como en niños. Asimismo, la eficacia de EMDR en casos de adultos abusados sexualmente en la infancia ha sido avalado por estudios científicos (González y Mosquera, 2009).
Desde el Instituto Isomae queremos seguir rompiendo el silencio y acompañando a las personas en su proceso de sanación y crecimiento. Porque como dijo Joseph Zinker “La experiencia no es lo que te sucede, sino lo que haces con ello».
Victoria Espinosa